Los pozos de Perdiguera, Lanaja, Bujaraloz y Sariñena, BIC

Todos quedan englobados en la categoría de Monumentos.

Interior del pozo de Lanaja
Interior del pozo de Lanaja

El Consejo de Gobierno del Ejecutivo autonómico ha aprobado el Decreto por el cual se declaran Bienes de Interés Cultural (BIC), en la categoría de Monumento, las neveras y pozos de hielo en Aragón, conforme a una lista de 58 enclaves de las 3 provincias aragonesas, entre los que se encuentran cuatro monegrinos: dos en la provincia de Zaragoza, Perdiguera y Bujaraloz, y otros dos en la de Huesca, Sariñena y Lanaja.

Esta declaración tiene por objetivo destacar la relevancia arquitectónica e inmaterial de esta arquitectura del hielo, resaltando sus ejemplares más relevantes, seleccionados por diversos factores: por su factura arquitectónica, por sus características inmateriales, por representar un importante eslabón de la red del comercio y abastecimiento del hielo, por la documentación archivística asociada o por su interacción con el paisaje.

De los cuatro monegrinos, el de Lanaja es el ejemplo más destacado. Se trata uno de los varios enclaves relacionados con el agua que tiene la localidad (pozo de hielo, el caño, azud de Bastarás, arcos del canal) y fue restaurado por completo. En su entrada, unos paneles explican al visitante la industria del procesamiento del hielo, y una gran escalera de forja de caracol accede hasta el fondo del mismo. En el exterior, un mirador permite disfrutar de la panorámica.

El de Sariñena se encuentra junto a la ermita de Santiago, antigua entrada a la localidad. El de Perdiguera fue rehabilitado parcialmente (sin recuperar la cúpula) y el de Bujaraloz, última localidad en rehabilitar su pozo, conserva la arquitectura y el entorno que lo rodea.

Arquitectura del frío

Las neveras, neveros, pozos de hielo y neverías constituyen una tipología de arquitectura tradicional, en una fase preindustrial, también denominada “arquitectura del frío”. Aragón cuenta con alrededor de 300 elementos de este tipo distribuidos por toda su geografía. En la mayoría de los casos su origen se remonta al periodo comprendido entre los siglos XVI y XVIII, para iniciar su abandono a finales del siglo XIX, con la producción de hielo industrial. Durante el siglo XX comenzaron a restaurarse algunas de ellas y mostrarlas al público, de manera que actualmente muestran muy diferente estado de conservación.

La conservación de la nieve con diferentes finalidades se convirtió en un recurso y también en una moda generalizada, debido a diversos factores, como los avances médicos (el hielo era necesario en los hospitales como remedio terapéutico); el incremento de la población y la necesidad de conservar alimentos más tiempo; y la diversificación de los gustos culinarios, especialmente entre las clases acomodadas y aristocráticas.

Las neveras y pozos de hielo presentan unos rasgos comunes básicos, que tienen que ver con la utilidad y la observación experimentada como productoras preindustriales de hielo. Estos elementos presentan un pozo cilíndrico excavado en el terreno y una cubrición por medio de bóvedas semiesférica de ladrillo o piedra o cúpulas de aproximación de hiladas, normalmente, con solería de piedra o de tierra impermeable en la que se excavan los desagües para evitar que el agua del hielo derretido siga dañando el producto en el interior, finalidad que también cumple el intercalado de paja con la nieve en capas sucesivas de unos 50 centímetros, aproximadamente. Se llenaban y vaciaban a través de una abertura practicada a media altura, frecuentemente acodada y con otra abertura en el centro de la bóveda para empozar mediante pisones y mazas y sacar los bloques de hielo, divididos con las sierras.

En el entorno de los pozos o neveras existía un “raso” o “era”, zona delimitada para acumular y recoger la nieve con la que se llenaban las neveras. Por ello numerosas neveras se emplazan en las afueras de los pueblos, en zona algo más elevada aprovechando las eras, ya aplanadas y limpias, con los pajares aledaños que proporcionaban la mies ya cortada para intercalarla con las capas de nieve.

Por lo que respecta a la morfología y tipo de construcción, no existe una nevera igual a otra, sino que todas ellas se adaptan al terreno, al medio en donde se ubican, a los materiales y técnicas constructivas practicadas en la zona y a la cantidad de población que abastecían. En cuanto a la propiedad, mientras algunas eran de particulares, otras pertenecían a órdenes religiosas vinculadas a monasterios y conventos, otras eran de propiedad municipal, de la monarquía o incluso señoriales.