Sheila Grasa: «Yo ese año quería tener un hijo y tuve un cáncer»

El testimonio de esta monegrina, que ha logrado superar la enfermedad, habla de las renuncias y duelos a los que ha tenido que hacer frente durante los últimos meses.
Sheila Grasa exhibe una merecida sonrisa en la Plaza Mezín de Sariñena.

Sheila Grasa exhibe una merecida sonrisa en la Plaza Mezín de Sariñena.

Sheila Grasa, vecina de Sariñena, se va de viaje al país vecino. Hace menos de un año, en marzo de 2023, su madre le agarró la mano y le hizo una promesa: «Cuando te cures, nos iremos a París». Y allí van, madre e hijas, incluida la menor de las dos hermanas, Denís, que durante meses optó por cerrar los ojos ante la enfermedad, ya que le costaba aceptar la debilidad de unos brazos que la mecían siendo niña. De hecho, entre ambas hermanas hay una diferencia de edad de 15 años. «Para ella, he sido como una segunda madre», explica Sheila.

 

Precisamente, el brazo fue el primer lugar en el que la monegrina, de 39 años, sintió el dolor del cáncer. «No podía ni levantar una taza», recuerda, después de haber sido operada de su mastectomía. Antes, no hubo ningún dolor físico. En enero de 2023, hace justo un año, notó un bulto en un pecho y en cuestión de un mes, el 2 de marzo, escuchó el diagnóstico: cáncer. Acto seguido, y por primera vez en aquel día, su madre le apretó la mano, «fuerte, muy fuerte, y con una expresión que jamás había visto en su cara», recuerda. Más tarde, ya fuera de la consulta y cuando iban de camino a casa, repitió el gesto, con más firmeza que dolor y enunció su promesa. El inicio del viaje coincide casi en el tiempo con la celebración del Día Mundial contra el Cáncer. La conmemoración tiene lugar este mismo domingo, 4 de febrero, y su marcha, tan solo un día después. El lunes parten hacia París.

 

El resumen del último año se dirigiere muy bien narrado así, saltándose la enorme distancia que existe entre el miedo y la aceptación o los duelos superados durante el camino. Pero forman parte del mismo viaje y dejan cicatrices más allá de las visibles. También se quedan en la mochila los aprendizajes, las nuevas amistades y el engrandecido amor de los tuyos, que han sido los brazos fuertes en los que llorar y balancearse.

 

«Yo ese año no quería tener un cáncer; yo quería tener un hijo», dice Sheila, con absoluta pureza. Igual de clara fue en su primera pregunta a su doctora: «¿Me voy a morir?». Su respuesta fue contundente: «No. Antes morirás por el atropello de un coche que por este tipo de cáncer», le dijo. Su tumor tenía el tamaño de una lenteja y por lo tanto, el pronóstico era más que esperanzador, aunque nunca lo suficiente como para calmar la angustia que genera la simple palabra: cáncer.

 

«Al escucharlo, te sueles acordar más de las personas que se llevó que de aquellas que superaron la enfermedad; es una palabra tabú, de las que se esquivan y nadie quiere pronunciar», dice. Y tiene razón. Sin embargo, a ella no le costó. La misma tarde de su diagnóstico llamó a la Asociación Española contra el Cáncer de Sariñena-Monegros. A su interlocutora, le dijo: «Tengo cáncer». «¿Y me lo dices así? ¿Cómo estás?», le preguntó. «Bien», contestó, ante la falta de síntomas físicos y con lo más complicado todavía por delante. De inmediato, le pusieron en contacto con la psicóloga que cada miércoles presta apoyo a enfermos y familiares en Sariñena. Y fue un acierto. «La asociación ha sido un pilar fundamental en mi recuperación», reconoce.

 

Su operación tuvo lugar el 4 de abril. La joven entró en el quirófano con tres posibles resoluciones: la extirpación del tumor sin posibilidad de reconstrucción inmediata; la extirpación del tumor y la colocación de un globo expansor; y la extirpación del tumor y la colocación de una prótesis. La tercera, que era la mejor, se impuso sobre las otras dos. «Te quitan algo tuyo y eso cuesta asimilarlo, pero salí contenta, aunque muy dolorida, ya que te levantan el pectoral y te meten un cuerpo extraño», recuerda.

 

Tan solo un día después de recibir el alta y regresar a Sariñena, volvió a demostrar su fortaleza. «Me levanté y fui a tomar un café. Al regresar a casa, estaba molida, pero al día siguiente volví a obligarme a ponerme las zapatillas y andar hasta el instituto; y así cada día, ampliando el radio un poquito más, con decisión y disciplina», explica.

 

La recuperación fue larga y dolorosa. Durante dos meses, necesitó de la ayuda continúa de su madre, Aurora, y de su pareja, Arturo, que han sido sus dos grandes pilares. Tenía que echar mano de ambos para cualquier tarea cotidiana: levantarse de la cama, ducharse, peinarse, comer… Pero le sobraba voluntad. «A veces me pegaba tres horas desplazando tan solo unos pocos centímetros un plato», recuerda, emulando el gesto, con el brazo completamente encogido y pegado al pecho.

 

El dolor físico fue duro, pero mucho más saber que el ganglio centinela advertía de una pequeñísima metástasis y por lo tanto, era necesario iniciar un tratamiento de quimioterapia. La noticia llegó en mayo. «Para mí, aquella visita fue más dura que conocer el diagnóstico del cáncer», explica. En esa ocasión, también fue directa en su primera pregunta: «¿Se me caerá el pelo?». «Sí. Y, probablemente, también las cejas», le respondió la doctora. «Otra pérdida y por lo tanto, otro duelo», afirma.

 

En total, recibió seis meses de tratamiento: 16 goteros. El mismo día del primero fue a la peluquería y pidió un corte extremo. «Al llegar a casa, lloré durante tres horas. No me servía que me dijeran que estaba guapa; no era lo que yo había elegido ni lo que yo quería», explica. «Aquel año yo quería tener un hijo y tuvo un cáncer», reitera, zanjando en una única frase las renuncias a las que tuvo que hacer frente.

 

Después, cuando notó nuevas pérdidas de cabello, llegó el momento de raparse. Y lo hizo junto a su pareja, Arturo. «Primero uno y después, el otro, lo que transformó lo traumático en una jornada divertida. Hubo muchas risas», recuerda.

 

También hubo días de llanto. «El cambio físico es difícil de aceptar. Me pegué una larga temporada apagando la luz del baño cuando salía de la ducha. No quería verme porque no me reconocía», explica. Y lo peor llegó cuando perdió las cejas y con ellas, cualquier señal física de expresión en su rostro. «No me reconocía en las fotos. De hecho, me encontraba identificando a las persona que tenía al lado», indica.

 

Algunos goteros le sentaban mejor y otros, peor, pero decidió establecerse una rutina vinculada a otro de sus grandes aliados, el deporte. «Yo salía a correr e iba a entrenar; cuando podía lo hacía con peso y cuando me resulta imposible, sin él», explica. «Para mí, era la mejor manera de diferenciar el lunes del domingo y de cuidar mi cuerpo y mi mente», señala. También apostó por una alimentación sana y además, siguió apoyándose en sus más allegados, desde sus familiares hasta sus quintos, que, tal y como señala, «han representado un enorme apoyo».

 

«¡Aquí llega la teniente O’Neil!», le espetó uno de ellos al verla con la cabeza rapada. Y ella sonrío. De hecho, a pesar de los malos momentos, la mayoría del tiempo es cómo decidió afrontar la enfermedad, «con buen humor y voluntad», dice. Aquel buen amigo la sorprendió en la puerta del hospital el día en el que recibió su último gotero. Y, dos semanas después, estuvo entre los quintos que le organizaron una gran fiesta para celebrar el final de la quimioterapia. «Me emocioné al verlos. Me han ayudado tanto…», dice.

 

También han sido importantes las personas que ha encontrado por el camino, entre ellas, su ‘compitrueno’. A ella, la conoció en la sala de espera de su primera biopsia y juntas han recorrido el camino. «Entonces, éramos dos desconocidas y ahora, hablamos todos los días. Necesitas tener un contacto estrecho con personas que atraviesan tu misma situación», explica. También fue importante la cara amiga que vio al despertar de la operación: Noelia Carreras, vecina de Sariñena, que estaba de baja, pero acudió a su puesto de trabajo en el hospital para acompañarla. Y, por supuesto, las nuevas amigas que le ha proporcionado su implicación en la Asociación Española Contra el Cáncer de Sariñena-Monegros. «Aunque vivimos en el mismo pueblo, puede que nunca hubiéramos tenido relación y ahora, podemos quedar para salir a andar, tomar un café o charlar», señala.

 

«Aunque con importantes duelos y pérdidas, mi punto de partida era mejor que el de otras personas por mi buen pronóstico. Desde el principio, me dijeron que me iba a curar y ahora, ya está conseguido. No sé cuál hubiera sido mi reacción en otra situación», reconoce.

 

Tras su experiencia, Sheila es muy consciente de la importancia de encontrar personas espejo y por ello, ya ha aceptado el ofrecimiento de integrarse en la junta de la Asociación Española contra el Cáncer de Sariñena-Monegros y además, se brinda a prestar su apoyo a aquellas personas que lo necesiten, con el fin de que puedan expresarse y sentirse comprendidas. «A mí me ha ayudado mucho repartir el peso del dolor y ahora quiero estar para quién lo necesite», dice.

 

Dentro de su mochila de la vida, entre otros aprendizajes, se lleva además la importancia de saborear más las pequeñas cosas. De hecho, el pasado año asegura que vivió su Navidad «más hermosa». «He disfrutado más de mi casa y de mi familia; exprimiendo cada momento juntos», dice.

 

Sheila también ha aprendido a improvisar. «Nunca sabía cómo iba a levantarme y por lo tanto, iba organizando el día de acuerdo a su propio desarrollo. Solo organizaba a corto plazo», explica. Antes, y con un viaje a Paris a la vista, su maleta llevaría hecha ya varias semanas. Ahora, no, improvisará en el último momento, ya que sabe que lo más importante ya está en su equipaje de vida.

AGENDA

23 de abril

San Jorge. La celebración se extenderá por gran parte de Los Monegros, con actividades culturales y de ocio, entre ellas, numerosas comidas populares. 

 

21 de abril

Actividades medioambientales en Sariñena. Habrá una charla sobre la generación de residuos y su impacto en el medio rural (11.00 horas) y un taller sobre reutilización textil (17.00 horas) en el Museo de la Laguna.

 

19 y 20 de abril

Fiestas de Santa Engracia en Huerto. La programación incluye la tradicional romería a la ermita de Santo Domingo y la despedida con jotas a los vecinos de Alberuela y Usón.

 

27 de abril

XXII Edición de Orbea Monegros. La prueba referente de mountain bike tendrá lugar el 27 de abril en Sariñena.