
Amparo Avellanas y Pedro Oliva, en su vivienda de Valfonda de Santa Ana.
«No nos dieron nada; lo pagamos durante años y a base de mucho trabajo». La frase sale con naturalidad, casi sin énfasis, pero encierra toda una época. Pedro Oliva Guallar y Amparo Avellanas Liesa forman parte de la primera generación de colonos que llegó a Valfonda de Santa Ana cuando el pueblo todavía se estaba construyendo a sí mismo, es decir, las calles de tierra, existían muy pocos servicios y por delante, había una vida entera por levantar a base de esfuerzo, compromiso y colaboración.
Amparo, natural de Argavieso, y Pedro, de Torres de Barbués, se conocieron en Almuniente, donde ambos «teníamos familia», explican. Se casaron en la ciudad de Huesca y, tras vivir un tiempo en Torres de Barbués, pidieron casa y lote en Valfonda de Santa Ana, uno de los once pueblos de colonización creados en Los Monegros entre los años 50 y 60 del pasado siglo, al calor de la transformación del territorio con la llegada del regadío y el reparto de tierras impulsado por el Instituto Nacional de la Colonización.
A pesar de los más de 60 años transcurridos, Amparo todavía recuerda algunos de los nombres de los responsables del organismo creado en 1939, entre ellos, el de Francisco de los Ríos, ingeniero jefe de la Delegación Regional del Ebro del Instituto Nacional de Colonización, al que, según explica, acudieron con «una buena recomendación».
Como muchas de las familias llegadas a estas poblaciones, Amparo y Pedro tienen claro que lo que recibieron no fue un regalo; fue una oportunidad ligada a años de duro esfuerzo y sacrificio. En su memoria, permanece grabada la cifra exacta que tuvieron que abonar: «62.000 pesetas», señala ella. Para una familia joven, aquello se traducía en muchas horas de trabajo en casa, con los animales y en el campo. «Hubo que trabajar mucho», subraya el matrimonio. De hecho, se les adjudicó un lote que había rechazado otra familia «por malo, y malo sigue», puntualiza Amparo. No obstante, «nosotros lo que buscábamos era la posibilidad de tener algo propio, un lugar en el que empezar y tirar hacia delante», añade.
El trabajo para los nuevos colonos era duro y constante. Había que madrugar cada día, remangarse y estirar al máximo el dinero. «Cuando llegamos, ya había muchas familias… ya faltaban pocos por llegar», recuerda Pedro. Las casas estaban ocupadas, pero los servicios eran aún muy escasos: las calles eran de tierra, no había agua corriente y las tiendas tardaron en asentarse. La vida cotidiana exigía organización, ingenio y mucha paciencia. Oficialmente, el pueblo se fundó en 1963, aunque algunas familias ya llevaban tiempo asentadas.
En aquellos primeros años, la mayoría de los nuevos pobladores complementaba la renta familiar con animales en casa, desde vacas hasta cerdos o gallinas. En el caso de Pedro y Amparo, las vacas estuvieron presentes desde el inicio, ya que él las tenía previamente en Torres de Barbués. Con el tiempo las dejó, pero volvió a apostar por la ganadería tras adquirir «una buena vaca en Curbe», que volvió a situar al ganado en el centro de la economía doméstica.
El trabajo con las vacas marcaba el día a día. «Lo de las vacas era muy sacrificado. Había que ordeñar a mano y limpiar las cuadras», recuerdan. Al principio, todas las tareas se realizaban con herramientas básicas, «primero, con la horca», hasta que la mecanización permitió aliviar parte del esfuerzo, «después, por fortuna, con un tractor con pala que pudimos comprar». Antes de que el camión de recogida pasara por las casas, la leche se transportaba como se podía. De hecho, Pedro se recuerda bajando cántaras hasta la carretera o incluso llevándolas en moto hasta la cercana localidad de Almuniente.
Además del trabajo con los animales y la propia tierra, Pedro ejerció durante muchos años como tractorista. Llegó a trabajar para el propio servicio de colonización, aunque más adelante decidió dar el paso y trabajar por su cuenta. «Me salí de colonización, me compré un tractor y trabajaba por mi cuenta», explica. Su actividad se desarrolló siempre en el entorno más cercano, realizando labores como nivelar tierras o labrar fincas. Trabajó para la familia Casas y la finca La Rambla, entre otros.
La economía doméstica se completaba con prácticas comunes en todas las casas, como la matacía del cerdo, un momento clave del año que acababa convirtiéndose casi en una celebración. Se invitaba a la familia y, dentro de una rutina marcada por el esfuerzo, suponía un pequeño respiro. «Todo era trabajar para pagar; todos llegamos más o menos igual, con poca ropa», resume Pedro, poniendo palabras a la realidad compartida por toda una generación.
Puertas abiertas y solidaridad vecinal
Más allá de las dificultades materiales, Pedro y Amparo recuerdan con especial cariño la solidaridad y el apoyo mutuo entre las familias que llegaron a Valfonda de Santa Ana en aquellos primeros años. «Antes se vivía con la puerta abierta», coinciden. «Había mucha relación entre casas, estabas en unas y otras, con críos que entraban y salían», añaden. En pueblos nuevos, donde casi nadie tenía raíces previas, la comunidad se convirtió en un sostén imprescindible para el día a día.
Las primeras fiestas llegaron pronto, «ya con orquesta», recuerdan entre sonrisas, incluyendo los nombres propios de sus promotores: Ángel Nogués y Aurelio Romeo. Pero también recuerdan que el trabajo nunca se detenía del todo. Ni siquiera en las fechas señaladas. La vida social se entrelazaba de forma natural con el esfuerzo diario. Poco a poco, también fueron llegando los primeros servicios estables: de la venta ambulante se pasó a la apertura de la tienda, impulsada por personas del entorno, como Ángel Sánchez, de Torres de Barbués, o Lorenzo Biarge, de Almuniente, nombres que aún hoy forman parte de la memoria colectiva del pueblo.
Las familias solían ser numerosas. Pedro y Amparo tuvieron dos hijos, María Josefa y Pedro, y sacar adelante el día a día no siempre fue sencillo. «A veces aún me pregunto cómo salimos adelante», reconoce Pedro. «No se pasó mal, porque la vida se lleva bien trabajando, pero era una vida sacrificada. Eso sí, el dinero cundía más que ahora y siempre ibas, poco a poco, mejorando lo que tenías», dice Pedro.
Así, con el paso de los años, la casa también fue cambiando, igual que el propio pueblo. Siempre sin prisas, cuando la economía lo permitía. «Cuando pudimos, arreglamos la casa», explica el matrimonio. Donde antes hubo cuadra, hicieron cocina; donde hubo almacén, levantaron estancias para vivir. «Esto era cuadra… y lo hemos convertido en una de las estancias principales», señala Pedro.
No hubo grandes reformas ni gestos grandilocuentes, pero sí mejoras constantes, adaptadas a las posibilidades de cada momento. Cada pared arreglada, cada espacio ganado, fue también una manera de echar raíces y construir hogar.
Hoy, Pedro y Amparo se muestran satisfechos con la decisión que tomaron en su día y orgullosos de haber aprovechado, con trabajo y compromiso, la oportunidad de formar parte del crecimiento de Valfonda de Santa Ana.
























































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































