
El museo también incluye juguetes tradicionales.
El 13 de junio de 2015 abrió sus puertas el Museo de Oficios Antiguos de Sena, que ha logrado consolidarse como un referente etnográfico del Alto Aragón, gracias al empeño, pasión y trabajo de una familia local. Sus promotores son un matrimonio, Alejandro Campoy, heredero de la pasión de su padre, y Rocío Sanz.
Hoy, al cumplirse diez años de su apertura, el balance se hace con emoción y orgullo, especialmente por el interés y gratitud de las miles de personas que han pasado por el espacio. «El objetivo sigue siendo el mismo que el primer día: mostrar a unos y recordar a otros los modos de vida y oficios que formaron parte de nuestra historia. Porque no podemos permitir que se pierdan», dice Campoy.
La colección comenzó con unas 3.000 piezas, y actualmente supera las 7.000, distribuidas en las tres plantas de una antigua vivienda familiar que fue fonda y herrería. El museo reúne objetos y herramientas de más de 170 oficios desaparecidos y antiguas labores, desde el herrero al matachín, pasando por el relojero, el zapatero o el bodeguero. También hay espacio para elementos religiosos, juguetes antiguos, vehículos de transporte e incluso una recreación de una antigua escuela, una barbería y una tienda de ultramarinos.

Imagen de una de las joyas del museo: una bicicleta Splendide París de 1920.
Una de las joyas es una bicicleta Splendide París de 1920, que perteneció al bisabuelo del propio Campoy, Salvador Ríos, y que costó en su día 100 pesetas. Otras piezas destacadas son los moldes de la cestería Campodarve de Huesca, el instrumental del tornero fresador Miguel Calafell de Alcañiz o el carro del afilador de Binéfar, cuya restauración ha exigido más de 200 horas de trabajo. «Cada pieza tiene una historia detrás. Algunas llegan por donación de familias que desean que no se pierda la memoria de sus antepasados y otras han sido adquiridas tras muchas búsquedas en rastros, graneros y anticuarios», explica Campoy. «Tenemos demasiadas. Algunas también las recogemos para evitar que acaben en puntos limpios o contenedores», añade.
Así, entre los oficios, los últimos que ha conseguido completar son los relativos al organillero, el peón caminero y el fabricante de velas de cera. En este último caso, reconoce que fue especialmente difícil de conseguir. A lo largo de estos últimos años, una de las novedades más celebradas ha sido la nueva sala dedicada a la imprenta Sarco de Sariñena, fundada por Sarrate y Corral en 1958. La donación llegó con el compromiso de exhibir su maquinaria y mobiliario, y permite recordar una etapa clave en la historia de la comunicación local.
Detrás de este proyecto está el legado de su padre, Pedro Campoy, primer gran recopilador de herramientas y enseres. «Primero guardábamos las piezas en cajas, restauradas pero sin mostrar. Llegó un momento en que entendí que era hora de abrirlas al público y mostrarlas», recuerda Campoy, quien ahora se plantea abrir una nueva sección dedicada al ejército y piezas de carácter bélico.
El museo no cuenta con cifras oficiales de visitantes, pero estima que han sido miles las personas que han pasado por él, especialmente en grupo. «Todos se van sorprendidos y agradecidos. Muchos no esperan encontrar algo así en un pueblo tan pequeño», señala. Además, se ofertan visitas a demanda para grupos (escolares, asociaciones, particulares), que pueden concertarse a través de los teléfonos 647 60 38 61 y 650 33 07 59.
Alejandro Campoy considera que el museo vive ahora un buen momento, con un repunte de visitas gracias al tirón de la reapertura del Monasterio de Sijena. Aun así, reclama que se apueste por paquetes turísticos conjuntos que incluyan todo el patrimonio del entorno: la casa natal de Miguel Servet, la laguna de Sariñena, La Cartuja de las Fuentes, Sijena y el propio Museo de Oficios Antiguos. «Yo se lo enseño todo a quienes vienen. No solo nuestro museo. También les acompaño a ver la iglesia, la comparsa de gigantes y cabezudos, la casa de las monjas… y lo agradecen mucho. Pero necesitamos más visibilidad y colaboración para que esta riqueza cultural llegue más lejos», concluye.